Objetos que transforman ideas

«Si pretendemos que nuestras ideas tengan repercusiones en nuestro actuar diario, entonces debe haber una forma de capturarlas en una herramienta, un prototipo o una visualización que permita a otros entenderlas.»

Por Elizabeth G. Frías

Twitter: @elinauta

Hace algunos días me encontré con un personaje que capturó mi atención por la versatilidad de su pensamiento. Richard Buckminster Fuller fue un ingeniero, arquitecto, diseñador e inventor estadounidense, pero ante todo un visionario. Cuentan que a los 32 años, cuando se encontraba en bancarrota, sin trabajo y sumido en una depresión profunda por la muerte de su hija —por lo que bebía sin medida y llegó a albergar ideas de suicidio—, decidió iniciar un experimento: averiguar lo que un solo hombre podría contribuir a cambiar el mundo y beneficiar a la humanidad entera. Cinco años más tarde, en 1927, se prometió “buscar los principios que gobiernan el universo y ayudar a la evolución de la humanidad a partir de ellos”.

Las ideas de Fuller, recopiladas por él mismo en un diario exhaustivo —que llamó Dymaxion Chronofile— muestran una preocupación aguda por la sustentabilidad y una visión casi utópica del futuro. Aunque es conocido por desarrollar aplicaciones arquitectónicas para el domo geodésico, también trabajó en soluciones de habitación y transporte prácticas y resistentes a condiciones extremas.

Entre los fragmentos que leí, uno llamó en especial mi atención —y además fue elegido como frase de la semana en Eudoxa—: “Si quieres enseñar a alguien una nueva forma de pensar, dale una herramienta cuyo uso lo conduzca a pensar de esa nueva manera.” Para Fuller, la mejor manera de expresar sus ideas era convertirlas en artefactos tangibles. Su estudio estaba lleno de prototipos que utilizaba para explicar sus teorías y sus perspectivas. Aunque la premisa de aterrizar una idea abstracta en un prototipo o un artefacto parezca dudosa, lo cierto es que está acompañada de una condición: si pretendemos que nuestras ideas tengan repercusiones en nuestro actuar diario, entonces debe haber una forma de capturarlas en una herramienta, un prototipo o una visualización que permita a otros entenderlas. Es decir, se trata de recorrer el camino en sentido inverso. Si usualmente buscamos las implicaciones cotidianas de alguna idea y luego las llevamos a la práctica, esta vez se trata de analizar de qué herramientas echamos mano en el día a día una vez que hemos asumido esas ideas, y compartirlas con otros para hacer que comprendan, de modo vivencial, el pensamiento que les dio forma. Para que suene menos complejo, propongo ver este video:

Algo que en primera instancia parece un juguete desencadena, a través de la interacción con él, una comprensión detallada de geometría que puede concretarse en un diagrama de posibilidades de Feynman. Partir del diagrama para llegar al prototipo habría sido complejo y tedioso, mientras que el uso libre de una herramienta como ésta conduce de forma natural a la exploración y al descubrimiento. Además del viejo tema de seguir la curiosidad y el entusiasmo como vía para el aprendizaje, me atrae la premisa de que la interacción física con objetos y herramientas está ligada de forma inevitable a ciertos modos de pensar, es decir, que nuestras ideas y los objetos en los que las aterrizamos se influyen y se modifican de forma mutua. Quizá algunas de las herramientas que lo demuestran de forma más directa son las visualizaciones. Pienso, por ejemplo, en el plano cartesiano, en las gráficas e incluso en la forma de escribir ecuaciones para resolverlas. Cada una de estas soluciones, al concretarse y generalizarse, inauguró una forma de pensar que ahora nos parece imprescindible.

Además, otra vía para explorar esta relación entre ideas y herramientas es analizar cuáles son las formas de pensamiento a las que estamos abriendo camino con los avances tecnológicos. Seguro que la popularización de la bicicleta, por ejemplo, trajo consigo una revolución de ideas. Y una mucho mayor acarrearon la cámara fotográfica y la computadora.

Ambas direcciones me parecen retos interesantes y llenos de posibilidades. Por lo pronto, les comento de una herramienta en particular que nos encanta en Eudoxa: el Canvas de Modelo de Negocio. En palabras de Alberto, nuestro director general, “El modelo de negocio es una herramienta llena de espacios en blanco, pero con funciones muy específicas. Al llenarlo, [los emprendedores] mismos pueden ver la utilidad -o mínimo, la necesidad- de innovar alguna de las partes de su negocio. También se vislumbra la justicia del intercambio valor-revenue. Esto le es muy útil, por ejemplo, a la gente que no acostumbra cobrar por su trabajo. Se da cuenta de todo lo que hace e invierte para crear el valor y así puede cambiar esa idea de no cobrar por lo que hace. Y de hecho cambian sus ideas.”

El canvas es una herramienta muy simple y muy visual que permite ver de forma clara y sencilla cómo funciona un negocio. Al visualizarlo así, es fácil experimentar e imaginar alternativas y nuevos modos de acción, pues se entiende cómo los elementos dependen unos de otros y cuáles hace falta modificar para —por ejemplo— obtener dinero haciendo lo que a cada quien le gusta hacer.

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