¿Competir o colaborar?

colaborar

Por Regina Oviedo

Twitter: @oh_regina

A veces es difícil motivar a los estudiantes de una escuela a que realmente se esfuercen para sacar buenas calificaciones, por lo que hoy en día existen métodos relativamente comunes para generar esa motivación. Uno de los métodos es el de fomentar la competencia entre alumnos, el cual es especialmente aplicado en las universidades, justificado con el supuesto de que hay que aprender a trabajar bajo estrés y que en la vida nos encontraremos la mayor parte de las veces en situaciones en las que sólo uno de los involucrados puede ganar. Pero, ¿cuáles son los pros y los contras de este método?

Algunos profesores optan por mostrar los avances que logra un alumno concediéndole buenas calificaciones sólo cuando las merece; este sistema ayuda a que el alumno se concentre principalmente en sus logros y que su motivación sea mejorar para sí mismo. Otros deciden hacer competencias entre los alumnos alabando y aprobando a aquellos de mejores calificaciones y reprobando a los demás, incluso cuando no merecían la calificación reprobatoria. El profesor hace que la competencia sea evidente y que lo que se busque sea ser siempre mejor que el otro. El enfoque contrasta en ambos métodos: superarme a mí mismo o superar a los demás.

En cierta universidad mexicana, por ejemplo, se reprueba a un porcentaje del alumnado, en vez de ponerle la calificación que realmente merece, para dar la impresión de que estudiar una carrera allí es especialmente difícil o que el nivel académico de la institución educativa es destacadamente alto. En esta lógica, aquél que obtuvo una calificación aprobatoria lo hizo porque se desempeñó notoriamente mejor que los demás. Por ello, desde ese temprano momento, la competencia entre alumnos comienza.

En este tipo de casos, el estrés de los estudiantes se eleva a niveles absurdos. Estoy de acuerdo con que la universidad es un lugar que sirve de preparación para el futuro y que es bueno enseñar a tener una visión competitiva cuando se requiere, pero no estoy de acuerdo en enseñar que la competencia es una prioridad.

En primer lugar, no se gana nada bueno desanimando a los alumnos que merecen una buena calificación y son reprobados injustamente. Lo único que se logra es que el alumno procure ser mejor que su compañero aprobado pero de manera peligrosa, ya que llega un momento en que lo buscan a toda costa, sin importar si perjudican a otro compañero. Esto es como aquel ejemplo de los cangrejos que no pueden salir de la cubeta en la que están metidos, porque cada vez que uno casi logra salir, lo jalan los demás, por querer ellos salir primero. Y así pasa cuando este tipo de alumnos llegan a un entorno empresarial. Ya que la universidad funciona como preparación para el futuro, ¿qué pasará cuando este alumno ferozmente competitivo quiera pasar encima de sus compañeros de trabajo? ¿No es mejor que busque en ellos un apoyo y una armonía para que todos crezcan juntos como empresa?

Pero lo laboral no es el único aspecto que se puede ver afectado, sino que también aspectos personales que incluyen a los amigos o pareja, lo que complica las cosas a una magnitud que no queremos ni imaginar. Es peligroso que la competencia de este tipo se vuelva un aspecto fundamental en nuestras vidas.

Para motivar el estudio no es necesario establecer una competencia injusta. El maestro debe buscar que el alumno sea motivado por sí mismo, por su curiosidad y logros personales. Claro que siempre habrá algo de competencia y no está de más saber enfrentarse a ella, pero hay que reconocer cuándo es prudente competir y cuándo hay mejores opciones, como la colaboración en equipo, e incluso entre competidores, en donde se busque un beneficio común encima del propio, un escenario de ganar/ganar. Y quizá precisamente debería ser este último el enfoque de las instituciones educativas.

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