El triunfo del pragmatismo

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Por: Chloe Nava

Twitter: @mmeroubaud

Cuántas veces una comida entre amigos o entre familiares no se ha convertido en un campo de batalla argumentativo. Cada participante sostiene que su argumento es verdadero y por tanto el mejor,  no dejará de defenderlo hasta que los demás reconozcan su error.

Estas discusiones terminan usualmente porque se ha hecho demasiado tarde o porque alguno de sus miembros, desesperado, los interrumpe. Son pocas las veces que alguno de ellos cambia de parecer o reconsidera su argumento. Son discusiones de sordos.

Ahora, si esto puede pasar en nuestra propia casa, con miembros de nuestra familia, ¿qué podemos esperar en el ámbito político? No sólo se defienden los intereses personales, sino que se defiende cierto ideal político: defendemos lo que nos parece mejor políticamente de acuerdo a ciertos criterios que consideramos verdaderos.

A diferencia de las disputas caseras, las discusiones políticas pretenden posibilitar la toma de decisiones. En un sistema democrático se intenta tomar una decisión a partir de lo que elige la mayoría. Se supone que esa mayoría comparte los mismos criterios y son significativamente superiores a la minoría. La discusión propiamente no termina, la mayoría gana simplemente por ser más numerosos, no por la fuerza propia de sus argumentos. En realidad nadie ha ganado la disputa y los argumentos siguen en el aire, no se ha llegado a la verdad, sino a una resolución práctica.

No critico el sistema democrático, critico la idea de que se piense que al llegar a una determinación práctica se han resuelto los problemas entre minorías y mayorías, que por llevar una acción a cabo se piense que se hace de acuerdo a una idea verdadera. El terreno de la acción es uno de los terrenos en los que más errores se pueden cometer. Necesitamos actuar porque es gracias a nuestras acciones que determinamos al mundo y a nosotros mismos.

Actuar es un acto creador, cada vez que actuamos creamos una serie nueva de eventos, única e irrepetible. Las personas que actúan se saben rodeadas de otras personas y toman sus decisiones a partir de eso. Actuar implica que podemos cometer fallas, lo hacemos de acuerdo a lo que consideramos lo mejor y de acuerdo a la serie de eventos que nos rodean.

Quien actúa no reproduce una serie de elementos invariables, así como quien dialoga no lo hace de acuerdo a una serie de pasos incontestables. Cuando se llega a una resolución política, siguen pendientes los argumentos hechos de lado. La resolución es adecuada para cierta cadena de eventos pero no para todos. Y eventualmente habrán de ponerse en duda las resoluciones tomadas en otro momento, puesto que los eventos y puntos de vista que nos rodean son tan amplios que no pueden encajonarse bajo un solo criterio.

El triunfo del pragmatismo consiste en hacernos pensar que por el hecho de haber llegado a una resolución práctica el problema ya no existe y que no deben reconsiderarse las variables dejadas de lado. El mundo es demasiado vasto y complejo para reducirlo a la practicidad o mera reproducción de pasos. ¿No les parece?

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