La cultura no sólo es «cooltura»

«Cuando iniciamos con la idea de formar Eudoxa lo hicimos con la consciencia de que el campo de batalla decisivo del mundo de los negocios no está en la política ni en la economía, sino en la cultura y en la educación.»

Por Emilia Kiehnle

Twitter: @e_kiehnlem

A pesar de que para nosotros siempre fue algo muy claro, tratar de explicar qué tipo de empresa es Eudoxa ha resultado ser un verdadero reto a lo largo de estos ya casi tres años de existencia. La idea es bastante simple: somos una consultora que se dedica a producir contenidos útiles para el desarrollo de otras empresas. Sin embargo, desde que empezamos a trabajar en el 2009, hay personas que nos han confundido con una revista, una cartelera digital, una promotora cultural y un montón de otras cosas similares. Y es que resulta confuso para muchos pensar en una consultora empresarial que tiene sus redes sociales y un blog dedicados a la generación de cultura y pensamiento. ¿Qué tienen que ver los modelos de negocio y las planeaciones estratégicas con escritos sobre música clásica, reflexiones de política griega antigua y ensayos filosóficos sobre educación, ética y antropología?

De primera impresión parecería que son cosas que pertenecen a ámbitos completamente diferentes e incluso incompatibles entre sí. Sin embargo, si partimos de la idea de que el mundo de los negocios está conformado por personas y esas mismas personas están viviendo dentro de una sociedad con una cultura específica que incluye un orden político, una idiosincracia y una manera de ser y pensar, a lo mejor ya no resulta tan incomprensible. El vínculo entre la empresa y el mundo cultural es la persona misma, pues los humanos somos seres íntegros que cargamos con todas nuestras influencias socio-culturales a donde vayamos, incluso (y especialmente) al momento de trabajar y hacer negocios.

Recientemente nuestra compañera Chloe Nava escribió un artículo sobre el valor cultural de la empresa en donde citó al economista y Premio Nobel Amartya Sen, quien defiende que el desarrollo de una sociedad no puede medirse exclusivamente con marcadores económicos, sino que también se debe tomar en cuenta a la cultura. Las sociedades pueden ser muy ricas monetariamente hablando, pero eso no implica necesariamente que también sean ricas en su humanidad y, eventualmente, una pobreza cultural lleva a la pobreza económica.

Esta idea, que dicha por Sen suena tan lógica y simple, implica una enorme revolución, pues hace pocos años todavía se tenía la consideración de que las humanidades eran un mero adorno subjetivista y trivial. Se creía que no proporcionaban un rendimiento real en términos utilitaristas, además de considerarse como un saber en el que sólo es posible la opinión. En las humanidades no había lugar para la certeza que nos dan las ciencias, y por eso eran relegadas al ámbito del puro entretenimiento.

Para nuestra suerte, esto ha ido cambiando con el tiempo. Cuando iniciamos con la idea de formar Eudoxa lo hicimos con la consciencia de que el campo de batalla decisivo del mundo de los negocios no está en la política ni en la economía, sino en la cultura y en la educación. Afortunadamente, hoy ya existen muchas otras empresas que también han adoptado esta manera de pensar.

Hoy en día la aceptación de las humanidades como algo necesario para el desarrollo humano y económico está más o menos generalizado en nuestra sociedad. Todavía hay alguno que otro que duda de su utilidad, pero en general es un paradigma que está cambiando. Cada día hay personas más interesadas en disciplinas como el diseño que saben reconocer la importancia de la estética, ya no como un mero ornato, sino como un modo de expresión y comunicación humana. Lo mismo ha sucedido con el resurgimiento del arte o la historia, por ejemplo.

La cultura está de moda. Es cool ser «culto», o al menos parecerlo. El modelo a seguir ya no es la modelo o el cantante, ahora es el geek o el «ñoño»: el que piensa y estudia. Pero, como con toda moda, esta nueva aceptación del pensamiento y la cultura puede ser engañosa. Muchas personas hoy en día dicen estar interesadas en la cultura y en el conocimiento, pero su acercamiento todavía suele ser bastante superficial, relegado exclusivamente al campo del entretenimiento.

La cultura y el pensamiento se entienden hoy en día como ese conjunto de datos e información “interesante” que puede brindarnos un disfrute estético o intelectual, pero poco más. Hoy en día la mayor parte de nuestras escuelas y universidades siguen enseñando al modo ilustrado, con la idea de que el saber es inmediatamente transmisible y la posesión de tal saber resulta inmediatamente benéfica para el hombre, sin darse cuenta de que los únicos conocimientos que se pueden transmitir sin la necesidad de una reflexión profunda son los saberes técnicos. De este modo, la profesión ya no se entiende como un modo de vida enfocado a una mejora social, sino como la posesión de ciertas destrezas que nos permiten realizar algunas tareas específicas de modo pragmático, nada más.

Las empresas contemporáneas tenemos que seguir fortaleciendo la idea de la importancia del crecimiento cultural en nuestras sociedades, pero sobre todo tenemos que insistir en el significado profundo de esta tarea. Debemos promover el entendimiento de la cultura no como el mero disfrute estético del arte o del pensamiento, sino como el desarrollo de lo que es propiamente humano.

Emilia

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