Jugar es cosa seria

Por: Elizabeth G. Frías

Twitter: @elinauta

Dijo uno de mis personajes favoritos que “La felicidad se apoya en dos pilares fundamentales: tomar la vida como un juego y prodigar amor a los demás.” —Lord Baden Powell. “¿Tomar la vida como un juego?”—me dirán— “No podremos llegar a nada sin responsabilidad y sin seriedad.”

Pues bien, yo pienso que un buen juego es una cosa muy seria. Jugar requiere aceptar voluntariamente un conjunto de reglas. De común acuerdo, la comunidad que juega establece y respeta una serie de límites y ordenamientos que, lejos de arruinar el juego, lo hacen más divertido. Cada jugador —especialmente si se trata de un juego en equipo— asume una responsabilidad con toda la seriedad de la que es capaz. Surgen líderes diversos, cada uno a su estilo: algunos motivan a la acción, otros regulan la fuerza, otros entienden la estrategia y algunos más regulan el ánimo del resto.

Sí, los jugadores sienten estrés y presión. Pero, en el contexto del juego, se llama adrenalina y se disfruta su presencia inquietante. Y sí, cuando el juego termina, muchos jugadores quedan insatisfechos, incluso si resultaron ganadores. El juego no satisface por completo las ambiciones de los participantes, que siempre quieren llegar un poco más allá, ser más rápidos, hacer más puntos, ir más lejos. Una vez más, en el contexto del juego esa insatisfacción no es motivo de desesperanza; al contrario, es motivación y desafío. Idealmente, además, el que algunos resulten vencedores y otros no, no debería alterar la armonía de la comunidad que juega. Un buen ganador agradece un contrincante digno, mientras que un buen perdedor agradece el reto.

Mientras el juego dura, existe una comunidad estable y armoniosa, alegre y fuerte, comprometida y valiente, que se esfuerza por desarrollar sus habilidades. Por supuesto, estas condiciones son deseables, pero requieren de un grupo de jugadores con cierta madurez y disposición. Los niños más pequeños probablemente no puedan mantener la armonía cuando pierden o se vean tentados a hacer trampa para ganar la partida. Pero conforme su carácter se fortalece y sus habilidades crecen, disfrutan más de un juego ordenado y desafiante. Lástima que justo cuando comienzan a dominarlo, en la escuela y en la sociedad hacemos todo lo posible por que saquen de su mente la idea de jugar y comiencen a ocuparse de cosas más serias y productivas. Algunos pocos reservan un pequeño ámbito de su vida para el juego: los deportes. Pero son eso: un escape del estrés cotidiano, una excepción a la regla.

¿Qué pasaría si trasladáramos las dinámicas del juego al trabajo diario? No significa que debamos perder el rumbo. Al contrario: fijar el objetivo del juego es el primer paso. ¡Es casi una carrera de obstáculos, por supuesto! Mucho más cuando no todas las condiciones dependen de nosotros. Pero si nos concentramos en un reto, seguramente resultará mucho más alcanzable. Mejor aún si tenemos un equipo con quien compartir objetivos comunes que sean fácilmente medibles. O lo contrario: colegas “adversarios” con quienes habrá que competir para llegar a la meta más rápido y de mejor manera. Por supuesto, no se trata de vencer al otro sino, sobre todo, de vencerse a sí mismo: comprobar que fortalecimos alguna habilidad o que desarrollamos algún hábito es más satisfactorio que ganarle a otro sin tener que esforzarse. Una vez más, habrá estrés, dificultad e insatisfacción, pero sin ellos simplemente no habría juego. Y, si se asumen como un reto, serán esos mismos elementos —el estrés y la dificultad— los que hagan llegar la alegría al alcanzar el objetivo y los que aumenten el deseo de volver a intentarlo cuando no lo alcanzamos. Es oportuno recordar que la alegría no siempre es eufórica —de hecho, la alegría más estable es pacífica y serena, más semejante a una sonrisa satisfecha y a una mirada despierta que a un grito de guerra.

De modo que, en efecto, jugar es cosa seria. Por supuesto, esta idea no es nueva en Eudoxa: ya hemos dicho que «el estrés no es nuestro enemigo, sino que potencia la productividad y la creatividad«; que «el juego puede llegar a niveles profundos de una empresa o de una comunidad«; y que «el ocio, bien entendido, es algo encomiable«, entre tantos otros ejemplos. También los hay fuera —mi favorito es The Fun Theory. Pero esta vez me arriesgaré a decirlo directamente: es deseable tomar la vida como un juego. Y no, no me refiero a botar las obligaciones y entregarse al primer videojuego que encontremos, sino a sacudirse la rigidez y transformar el trabajo en un desafío disfrutable. Por lo pronto, no más discursos, que hay objetivos pendientes. ¡A jugar!

2 comentarios en “Jugar es cosa seria

  1. ¡Hola Fernando!

    Gracias por comentar. Es cierto, se necesita madurez para saber jugar y para saber hacer frente a los desafíos. Hay una frase que me gusta: «An inconvenience is an adventure wrongly considered.» Además creo que el escultismo es buena preparación para tener esa actitud dispuesta y alegre.

    ¡Y está muy entendible tu español! Mejor que mi portugués, jaja.

    Saludos hasta Brasil. 🙂

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  2. Elizabeth,

    veo mucho de eso en mi trabajo. Las personas no saben como jugar y encaran los desafíos como problemas. Es muy importante tener madurez para aceptar todas las situacciones de la vida.

    Yo he gustado de su post y creo que sea una foto de la realidad.

    Perdón por mi español. Yo he empezado a estudiar en enero de este año. =/

    Besos&Abrazos!

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