Hacia un MBA que aporte al s.XXI

Botero: hombre y perro

Por: Juan José Díaz

twitter: @zoonromanticon

“A menos que las escuelas de negocio estadounidenses implementen cambios radicales, la sociedad se convencerá de que los MBA trabajan sólo para satisfacer sus propios intereses egoístas” –Joel M. Podolny

Dos años después de que Podolny publicara esta frase en la Harvard Business Review (junio 2009), podemos decirle que su profecía se hizo verdad: cada vez más la sociedad piensa que los MBA son soldaditos a las órdenes del gran Demonio Capitalista.

La semana pasada acusé dos falacias que han hecho daño a la empresa, desde sus mismas entrañas. La falsa objetividad (poner a la empresa en una mesa de autopsias) y la obesidad académica (el efecto inflacionario en los títulos universitarios) complican hasta grados insólitos la gestión empresarial.

Peor aún, estas dos premisas abren más la brecha entre la sociedad general y las empresas. Un ejemplo: hace unos días charlaba con un colega que afirmaba que los MBA habían demostrado ser muy eficientes en crear más valor para los accionistas, a pesar del resto de la base social de su empresa.

Lo que esto muestra es que la sociedad ha perdido la confianza en las empresas, en los empresarios, en los MBA y, en general, en cualquier persona que esté relacionada con la generación de capital. ¿Y saben qué? Tienen derecho a desconfiar, porque todo ese mundo empresarial se ha vuelto inaccesible al entendimiento común y corriente.

Y ahí está la raíz de una brecha que no hemos podido superar y que, conforme avanza el siglo XXI, va minando los cimientos que soportan la generación de riqueza para el mundo. ¿Les suena familiar la queja de que la RSE es sólo un lavado de conciencias o una gran mentira para justificar abusos y aumentar ventas? He aquí un ejemplo de la mentada brecha.

Pues bien, el problema de la desconfianza se encuentra, justamente, en la proliferación de las dos falacias. Una academia obesa y una falsa objetividad alienan a las personas del conocimiento del mundo empresarial.

Comparto con Podolny la urgencia de que haya un cambio en las escuelas de negocios (y no sólo las de Estados Unidos). Junto a él, hay muchas voces contemporáneas que exigen que los programas de MBA incluyan formación en valores y liderazgo ético. Pero el problema va más allá.

Los valores y el liderazgo ético son dos consecuencias de un proceso formativo, no un tópico que deba aparecer en un plan de estudios.

Los valores (en los cuales, personalmente, no creo, pues prefiero el concepto de «virtudes») funcionan como principios de una acción prudente y el liderazgo ético emerge de lo que los coach llaman “coherencia entre lo que dices y haces”.

Una acción prudente requiere una formación del carácter y del proceso deliberativo de la voluntad; la coherencia no es otra cosa que una vida alineada a la prudencia. Dicho de manera más sencilla: los MBA no requieren más horas de formación ética y de liderazgo con valores, lo que les urge es dar un paso más y formar a sus estudiantes en la prudencia. De nada sirve tener un ejecutivo con MBA que persiga valores de manera coherente, si su acción cotidiana se diluye en la imprudencia: no sorprende ver tantas buenas personas que, por buscar hacer algún bien, terminan por complicar demasiado las cosas.

La prudencia es un hábito práctico. Está muy ligado a la teoría, pero requiere de una vivencia cotidiana para poder hacerse plena. Y la vivencia cotidiana rompe los límites de la objetividad. Pone en relación a la persona con el mundo de un modo inmediato, sin intermediarios.

Por ello las MBA que quieran aportar algo al siglo XXI deben formar a los ejecutivos en la prudencia, de un modo que sea capaz de romper las barreras del aula.

Podolny da una serie de consejos sobre cómo las escuelas de negocios deberían replantear sus MBA:

  1. Fomentar una mayor integración, es decir: vincular diversas disciplinas académicas con las ciencias duras de la administración
  2. Asignar equipos de enseñanza: otorgarle a los alumnos una experiencia en las aulas que aporte contenidos duros (teóricos) y blandos (prácticos o experienciales)
  3. Fomentar la investigación cualitativa: los MBA deben impulsar el desarrollo de investigaciones en temas como liderazgo, ética, valores…
  4. Dejar de competir por los rankings, o dicho de otra manera: aceptar restricciones a la hora de crear sus discursos de ventas, publicidad, etcétera
  5. Invalidar los títulos de quienes violan los códigos de conducta: las escuelas de MBA deben exigirle a sus estudiantes someterse a un código, digamos, como el de los médico.

Comparto, en lo general, las propuestas del autor. Sobre todo en el rubro de la integración: un ejecutivo de empresa del siglo XXI debe ser una persona que vea más allá de los números y que persiga otros fines aparte de los financieros.

Sin una formación de esta naturaleza ningún esfuerzo de Responsabilidad Social podrá aplicarse en una empresa de un modo que impacte realmente en beneficio de la comunidad.

¿Qué disciplinas impulsan la relación personal con el mundo, de un modo inmediato?

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