Aprender a equivocarnos

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Por: Regina Oviedo

Twitter: @oh_regina

Hay un sabio dicho que dice «el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor», pero, aunque todos podamos entender e identificarnos con la verdad de esta frase, la realidad es que a nadie le gusta corregir sus errores, porque implica reconocer que los cometimos en primer lugar.

Por más pequeña que sea la equivocación, a nadie le gusta admitir que hizo algo mal. Y esto es todavía peor si la equivocación se da dentro del ámbito laboral. Es raro encontrar a alguien que admita su error con su jefe; antes lo delatan sus compañeros.

¿Por qué tenemos tanto miedo a decir “me equivoqué”? ¿Cuáles son las implicaciones de no saber aceptar que hemos tenido una falla?

Tristemente ese miedo a aceptar que nos equivocamos se ha vuelto un problema cultural evidente en nuestra sociedad. Tenemos tanto miedo a las represalias que preferimos mentir o quedarnos callados antes de ser castigados; actuamos como niños chiquitos que no saben ser responsables. En el ámbito laboral éste puede ser uno de los mayores obstáculos con los que uno se puede topar, porque las consecuencias de nuestros errores no sólo son malas para nosotros, sino que también pueden afectar a terceros.

Hace poco me enteré del caso de un médico que cometió un error en la operación de su paciente y agravó más el problema que tenía. El doctor, antes que aceptar su equivocación y actuar rápidamente para corregirlo, prefirió decir que el paciente había sufrido otro problema para justificar una nueva operación. Por miedo a las duras represalias que pudo haber enfrentado, decidió mentir para parchar el error que cometió sin que el paciente se enterara de lo sucedido.

Esta actitud es especialmente reprochable en el caso de los médicos, porque se está tratando con la salud y la vida de una persona, lo cual es muy delicado. Sin embargo, la fobia al reconocimiento del error es de lo más común en todo tipo de trabajos.

A todos nos ha pasado que nos hemos equivocado (ya sea de forma grande o pequeña) en nuestro trabajo, pero, ante el miedo a ser regañados o incluso despedidos, dudamos si hacer frente a nuestro error. Lo peor de todo es que muchos prefieren quedarse callados cuando se pregunta por el responsable y esperar que todo se arregle milagrosamente, o que el asunto simplemente se difumine y se olvide. Si alguien sabe quién fue el culpable del error lo delatará antes de que éste acepte su culpa, o el jefe hará responsable al equipo entero de las consecuencias, lo que generará un ambiente de tensión en la empresa.

Otra posibilidad de reacción es que el empleado responsable por la falla trate de arreglar el error antes de que alguien se percate de lo sucedido. Algunas veces esto funcionará, otras no. En el momento en el que se prefiere poner un parche que pedir ayuda para que el error quede bien arreglado, empiezan los problemas, porque seguramente habrá consecuencias ya sea a corto o largo plazo. Lo mejor es que el responsable reconozca su error y pida ayuda, si es necesario, para arreglarlo de modo eficiente.

Ahora, no podemos esperar una actitud madura y responsable por parte de los empleados si no la hay también del lado del jefe. Es necesario que el jefe sea una persona que busque ser siempre prudente y que reconozca cuándo es necesario aplicar represalias, de qué tipo y en qué proporción. De otro modo, lo único que se logrará es que los empleados vivan en un auténtico régimen del terror y prefieran mentir y engañar antes que reconocer una falta.

Tanto jefes como empleados debemos estar conscientes de que el ser humano es un ser falible por naturaleza. Sabemos que no somos perfectos, que los errores pasan y se puede buscar corregirlos. No tenemos por qué ocultar nuestras equivocaciones ni perseguir y condenar a otros por cometerlas: es mejor buscar hacer las cosas del mejor modo posible y, en el caso en el que cometamos un error, ser responsables y aceptar las consecuencias mientras arreglamos lo mejor que podamos nuestras fallas. Igualmente, también debemos saber apoyar y ayudar a nuestros compañeros cuando ellos se equivocan, en lugar de acusarlos o hacerlos sentir mal. Esta actitud, además de ser más efectiva para encontrar buenas y rápidas soluciones, nos ayuda también a generar una cultura del aprendizaje y la mejora continua.

Es cierto que “errar es de humanos”, pero eso es porque también es humano saber levantarse y volverlo a intentar. Después de todo, sin fracasos tampoco podría haber éxitos.

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